jueves, 28 de noviembre de 2013

''El fuego y la palabra'' (Richard Brooks, 1960)

 

Virtudes públicas, vicios privados



 Para situar a Richard Brooks, hay que decir que pertenece a ese grupo de directores como Elia Kazan, Nicholas Ray o Robert Rossen que comenzaron a cuestionar el clasicismo cinematográfico estadounidense, bien desde propósitos puramente estilísticos, bien atreviéndose a contar historias más complejas y amargas pobladas de perdedores, mentirosos o cínicos, tratando de mostrar los lados oscuros del país o articulando simplemente una aproximación más realista que sus antecesores hacia el tema tratado.


El fin de la era de los grandes estudios hizo posible que muchos directores optaran por escribir y filmar sus propios guiones o por adaptar textos literarios afines a su ideología o que tratan temas de sus interés. Richard Brooks, se distingue por haber adaptado con bastante acierto importantes obras literarias como ''La gata sobre el tejado de Zinc'' de Tennessse Williams, ''A sangre fría'' de Truman Capote o como el caso que nos ocupa ''Elmer Gantry'' de Sinclair Lewis…

Ceremonia de los Oscar de 1961, en la cual, Lancaster ganó como Mejor actor por ''El fuego y la palabra'' y Elizabeth Taylor recibió su primer premio de la Academia como Mejor actriz por ''Una mujer marcada''.

Es Brooks un cineasta que se distingue por sus brillantes y densos diálogos y por el intenso tono que imprime a las historias que filma… Son estos unos rasgos que aparecen en la película, donde “la palabra” es literalmente el motor de la historia. La película podría haber caído en la tentación de desarrollarse como fácil panfleto antirreligioso y de de denuncia de los predicadores, algo por otra parte completamente ajeno al hombre europeo; sin embargo muestra con habilidad las aristas de los personajes con un soberbio Burt Lancasteren el papel de Elmer Gantry, que por otra parte parece haber sido escrito para él, no en vano le hizo merecedor de un Oscar como actor protagonista, este magnífico actor componen con una fuerza apabullante su personaje a través de su desatada verborrea y sus carcajadas… personaje cargado de cinismo y ambigüedad no cae sin embargo nunca en el patetismo puesto que refleja una dualidad tan atractiva como desconcertante.

Shirley Jones también se llevó un Oscar por su gran trabajo en ''El fuego y la palabra''.

Brooks tiene la gran virtud de aunar una historia grandilocuente, mostrativa, con una fuerte carga crítica hacia la sociedad estadounidense de principios del siglo XX con dos historias de tono sentimental que tienen en común a la figura de Elmer Gantry-Burt Lancaster de un lado la historia que mantuvo en el pasado con Lulu Bains-Shirley Jones, que representa el lado oscuro del falso predicador y del otro la esperanza de una historia de amor redentora que representa la figura de Jean Simmons-Sharon Falconer… No debemos olvidar en la descripción de los personajes a la figura de incisivo y escéptico periodista que incorpora Arthur Kennedy interpretando a Jim Lefferts.


En el plano técnico la película es también excepcional, la fotografía a cargo de John Alton (esta sería su última película) que logra una estupenda fotografía de rasgos expresionistas con la presencia de unos colores muy saturados, pero matizados por una oscuridad que se acopla perfectamente al tono dramático de la historia… también fundamental la potente partitura de Andre Previn, que realza (a veces bien es cierto que en exceso) los acontecimientos que se van sucediendo a lo largo de la película.

Muy pero que muy recomendable película, una de las mejores de su autor, de una intensidad y un ritmo formidables, una película que no dejará a nadie indiferente.

NOTA: 9.

Texto escrito por Juan Murillo Bodas.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Centenario Vivien Leigh: ''Un tranvía llamado deseo'', personajes a la deriva

Resulta complicado analizar en profundidad, la trayectoria artística de un autor magnífico e irrepetible como fue Tennessee Williams, generalmente, poseedora de una densidad e intensidad apabullantes, que puede dejar sin aliento al espectador menos acostumbrado a cintas de tanto calado emocional. Sin duda, las constantes de sus textos, reinciden en el deseo a múltiples niveles y en un incesante estudio de la complejidad del ser humano. Sus personajes, son seres perdidos, desdichados y complejos.



 ''Un tranvía llamado deseo'', realiza una amarga y fascinante radiografía del ser humano, personajes a la deriva que no encuentran su lugar en el mundo, especialmente, una desdichada Blanche DuBois, incapaz de reconocer sus propios problemas, vive en una burbuja de fantasía, en su propio mundo, como una niña enjaulada, una Alicia ya madura que sueña con el País de las Maravillas. Al quedarse sin dinero, no tiene más remedio que instalarse en la casa de su hermana menor que hace un tiempo que no ve, pero allí chocará con el animal, miserable y rudo Stanley Kowalski, pareja de su pariente, que la atormentará constantemente. Mientras que Blanche es refinada, soñadora y frágil, Stanley supone su antítesis, inculto, agresivo y manipulador, le molestan sobremanera los aires de grandeza y el gran nivel intelectual de su cuñada, a él de naturaleza primitiva, le irrita que lo dejen en evidencia. Tennessee Williams lleva a cabo una incisiva reflexión sobre las clases sociales, a través de impagables batallas dialecticas, se sirve de Blanche y Stanley, dos polos opuestos tanto socialmente como en personalidad, sus brutales y trascendentes conversaciones son el eje central de la trama, lo que hace a esta película, enorme, principalmente, son sus deslumbrantes interpretaciones y la magnífica profundidad y riqueza de un material, que es considerado, la obra cumbre del dramaturgo (aunque la mayoría de sus obras son recomendables, bajo mi punto de vista, su pluma ha estado más inspirada, en la que nos ocupa en esta ocasión, ''De repente, el último verano'' y ''La gata sobre el tejado de zinc'', tres joyas indiscutibles). En medio de tanta tensión en el ambiente, está la sumisa Stella Kowalski, hipnotizada por la poderosa sensualidad de su apuesto marido y su dominante personalidad, mantienen una relación de dependencia emocional y física muy peligrosa, en la cual, Stella soporta continuamente lo indecible: maltratos, humillaciones, etc.


''Un tranvía llamado deseo'' mantiene una atmósfera asfixiante y de continua tensión, en la cual, extrae las miserias de sus personajes con gran pasión, mordacidad y desgarro. Como suele ser habitual en las obras de Tennessee Williams, hay un universo de personajes muy ricos en matices y unos diálogos maravillosos y profundos. El capitán del barco es Elia Kazan que realiza una dirección impecable y muy medida, especialmente en el aspecto interpretativo de la cinta, este cineasta es un maestro en la dirección de actores, no obstante, como es bien conocido por la mayoría, fue profesor del Actor's Studio. Para la versión cinematográfica de ''Un tranvía llamado deseo'' se contó con el mismo reparto y el mismo director de la obra original que fue representada en las tablas de Broadway, simplemente cambiaron a la protagonista de Jessica Tandy a Vivien Leigh, se rumorea que por imposición de los productores, que creían que el plantel de intérpretes eran demasiado desconocido y querían una estrella en el papel estelar. Se comenta que el propio Kazan tenía sus dudas sobre la elección de Leigh, aunque posteriormente tanto Tennessee Williams como el irascible Marlon Brando alabaron su interpretación. Vivien como actriz, era lo opuesto a lo que se inculcaba supuestamente en el Actor's Studio, la espontaneidad frente a la técnica, pero se terminó acoplando al meticuloso método de trabajo de sus compañeros.


Vivien Leigh, crea un personaje antológico, el mejor de su carrera, que le supuso su segundo Oscar. Un personaje con múltiples aristas, con constantes cambios de humor, imprevisible, intenso... Es de ese tipo de papeles, en los que cualquier actriz con tendencia al exceso actoral podría no resultar creíble y terminar realizando una caricatura, ya que bordea la exageración, Vivien mantiene un admirable control interpretativo, nunca carga las tintas, a pesar de ser un personaje de gran inestabilidad emocional. Su retrato de Blanche DuBois es valiente, emocionante, cautivador y estremecedor, en definitiva, está extraordinaria dentro de una interpretación que transmite autenticidad por los cuatros costados, a pesar de la procedencia teatral de dicha película. Se cuenta que la propia Vivien, creía que este papel fue el detonante de sus problemas mentales. Lo cierto, es que queda claro, que es un personaje al cual le tenía cogido el punto exacto, al haberlo representado con anterioridad en las tablas londinenses bajo la dirección de su marido Laurence Olivier, el cual, estaba constantemente en el rodaje del film de Kazan, para asesorarla y apoyarla, ante el temor de una de sus recaídas habituales.



Marlon Brando que había debutado poco antes, en la gran pantalla con ''Hombres'', consiguió con la adaptación cinematográfica de ''Un tranvía llamado deseo'' dar un golpe en la mesa y se convirtió en un actor a seguir tras una prometedora trayectoria teatral, un estupendo intérprete de método con una indomable fuerza escénica combinada con su evidente atractivo sexual, dos rasgos que le abrieron las puertas de Hollywood y lo catapultaron a la fama, él de carácter complicado, huidizo y rebelde, nunca llegó a sentirse cómodo con su estrellato y con la industria en general, de hecho, como es de sobra conocido, sólo fue a  recoger uno de sus dos Oscars, el de ''La ley del silencio'', de manos de la legendaria Bette Davis, pero aún así, ese día, se sentía como un pez fuera del agua, como él mismo aseguró. Esta bestia parda de la interpretación, dejó impresionados a todos con su feroz y magistral retrato de Stanley Kowalski, un tipo detestable que sentimos como cercano. Fue nominado por primera vez a un premio de la Academia. Por mucho, que podamos comprender la mala actitud de Stanley debido a su poca cultura, lo cierto, es que a título personal, me resulta imposible defenderlo, ante el poco tacto y sensibilidad que demuestra al relacionarse con una desquiciada Blanche, que sí, es un personaje que puede poner un poco de los nervios por su inestabilidad mental y sus aires de gran dama sureña, pero es digna de compasión y respeto, como cualquier ser humano. En definitiva, estamos ante una incontestable obra maestra (calificativo, que no empleo con mucha frecuencia), que se ha representado en el teatro en multitud de ocasiones, recientemente tanto la compatriota de Vivien, Rachel Weisz como la versátil actriz australiana Cate Blanchett han dado vida a Blanche DuBois (se podría considerar que ésta última por partida doble, no solamente en las tablas, si no también, en su reciente personaje de Blue Jasmine en la nueva cinta de Woody Allen, tiene reminiscencias con este voluble personaje, sobre todo en su derrumbamiento emocional).

 

domingo, 17 de noviembre de 2013

''El buscavidas'' (Robert Rossen, 1961)

THE HUSTLER (EL BUSCAVIDAS, 1961)

Amarga y lírica crónica de la soledad, el desamparo y la derrota.



 Espléndida película del magnífico director y guionista estadounidense Robert Rossen, adaptación al cine de la novela homónima de Walter Tevis realizada por él mismo y Sidney Carroll. Rossen, que ya había colaborado como guionista en sobresalientes películas como The Roaring Twenties (Los violentos años veinte, 1939) de Raoulh Walsh oThe Strange Love of Martha Ivers (El extraño amor de Martha Ivers, 1946) de Lewis Milestone, dirigió también otras importantes películas como Body and soul (Cuerpo y alma, 1947) y “All the King's Men” (El político, 1949) aunque apenas dirigió diez películas debido a sus problemas con las listas negras del senador Joseph Raymond McCarthy y el boicot de los estudios hacia su trabajo. The hustler, que significa literalemente: jugador- estafador en la jerga slang del inglés estadounidense es una película mítica, especial, que por una lado está construida con gran verosimilitud y por otro muestra a los espectadores esa verdad cinematográfica que está al alcance de pocos directores y que siempre hace las delicias de los buenos aficionados al cine.



Visión amarga, pero no decadente ni moralizante de la vida urbana y sus suburbios, ambientada en escenarios típicamente estadounidenses bañados de alcohol, denso humo y con el ruido de bolas del billar chocando y la excelente banda sonora en clave de jazz de Kenyon Hopkins, la película posee un ritmo fluido que atrapa perfectamente las peripecias de unos personajes que, aunque arquetípicos están llenos de matices, para ello Rossen monta la película empleando con profusión el encadenado en su primera parte, para luego hacerla avanzar mediante unos lacónicos diálogos que ilustran a la perfeccción las ambiguas relaciones que se producen entres los personajes, configurando ese mundo cuyas características principales son la resignación y la melancolía. Hay además de esto una plasmación de la violencia interior que atormenta a los personajes que se puede percibir en su forma de mirar, esta violencia puede ser a veces más hiriente que una violencia explícita.



 Mención especial para la puesta en escena y la fotografía a cargo del maestro Eugene Shuftan, colaborador de Fritz Lang en los efectos visuales de Metrópolis, 1927 y auténtico innovador en el tratamiento de la imagen cinematográfica y que filma con gran sobriedad y precision en un blanco y negro con predominio de los grises y de la luz blanca unos escenarios geométricos como si los personajes fueran parte natural del espacio… Además de todo ello, los actores (estupendamente dirigidos) están perfectos en sus papeles, Paul Newman, Piper Laurie, Jackie Gleason y George C. Scott, importante contribución de todos los actores secundarios de la película… El buscavidas, a medio camino entre el cine negro y el drama psicológico sin decantarse por ninguno de los dos géneros, no es una película sobre el billar o el juego sino que se sirve de ello para hablar de la vida con mayúsculas, de la existencia de unos seres que se mueven sin rumbo fijo y sin futuro(sólo con presente) por las calles, bares y parques de la ciudad… una línea del diálogo ilustra esto perfectamente esto, Sarah Packard (Piper Laurie) le dice a Eddie Felson(Paul Newman) en el apartamento que comparten : ¿qué haremos cuando se acabe el alcohol y el dinero? sin obtener una respuesta satidfactoria, porque no existe. En fin, uno de las películas clásicas estadounidense por derecho propio y una obra que se irá revalorizando con los años. ¡Que suerte el que aún no la haya visto!, no dejen de verla.


NOTA: 10. 


 Por Juan Murillo Bodas.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Centenario Vivien Leigh: ''La primavera romana de la Sra. Stone'' (1961), pavor a la soledad y la vejez


 Recientemente, se cumplieron 100 años del nacimiento de la inmortal e intensa actriz Vivien Leigh, para recordarla, nos detenemos en una de sus últimas películas ''La primavera romana de la Sra. Stone'', donde una Vivien de mediana edad (de hecho, fallecería 6 años después a causa de una tuberculosis), vivía el ocaso de su carrera, luchando contra unas prolongadas enfermedades, tanto físicas como mentales. En esta ocasión, da vida a Karen Stone (en su segunda colaboración con el magnífico dramaturgo Tennessee Williams, tras ''Un tranvía llamado deseo''), una mujer madura con rasgos similares a su inolvidable Blanche Dubois (seres frágiles e inestables, con un terrible pavor a la soledad y a la vejez).
La trama presenta ligeros parecidos con ''Dulce pájaro de juventud'' y con ''El crepúsculo de los dioses'', a grandes rasgos, porque sus personajes protagonistas femeninos son actrices que han sido grandes y que ahora deben aceptar el inevitable paso del tiempo, que supone el declive tanto artístico como personal, además de entretenerse durante la última etapa de sus vidas, con la compañía de hombres más jóvenes. Pero fundamentalmente, las tres cintas, tratan dos temas de gran hondura, que preocupan especialmente al sector femenino, la soledad y la vejez.


En los años 60, Tennessee Williams ya estaba inmerso en su declive artístico, escribiendo obras menores, la otrora brillantez de sus textos, había dado paso a escritos más irregulares. Las malas críticas recibidas en aquella época, supuestamente empujaron al dramaturgo a las garras de los calmantes y las drogas.
Desde aquí, me gustaría confesar que siento una gran fascinación por su valioso legado artístico, era un autor muy intenso y desgarrador, con obras realmente profundas y que destilaban una inconfundible pasión y densidad, plagadas de personajes complejos y a la deriva. Bajo mi punto de vista, sus obras más grandes son ''Un tranvía llamado deseo'', ''De repente, el último verano'' y ''La gata sobre el tejado de zinc''.
''La primavera romana de la Sra. Stone'' es su primera novela, hasta entonces, había hecho obras teatrales que posteriormente se adaptarían al medio cinematográfico. José Quintero, cineasta debutante pero curtido como realizador teatral en Broadway, se encargó de dirigir la que terminó siendo su única película terminada, su puesta en escena convierte el resultado final en algo demasiado rutinario y plano, a pesar del buen material de partida del que se nutrió. Merece la pena, por el trabajo de Vivien Leigh, que lo resuelve con su solvencia habitual, a pesar de ser un personaje que reincide en las dolorosas similitudes, que hay entre ese rol y el período que atravesaba en su vida. Warren Beatty, en su retrato de gigoló italiano, resulta soso, pero es un actor que no suele convencerme. La cinta, resulta ser de las menores en la filmografía de Leigh, se ve lastrada por su convencionalidad y por su evidente carencia de una mayor profundidad (los personajes quedan dibujados como leves esbozos, son clichés andantes, no se ahonda lo suficiente en sus conflictos internos, algo en lo que el Williams de antaño resolvía con gran maestría). Asistimos al discurrir de las escenas, sin grandes apasionamientos. Otro de los principales problemas, es el desequilibrado dúo protagonista (en cuanto a talento y falta de química, se refiere), mientras que Vivien realiza una discreta actuación aunque con su entrega característica, Beatty resulta tremendamente inexpresivo y flojo. Mientras que con Marlon Brando era todo lo contrario, resultaban un tándem explosivo en ''Un tranvia llamado deseo'', pero cuando se enfrentan dos fieras interpretativas como ellos dos, lo lógico, es que den lugar a momentos antológicos, como así ocurrió. En resumen, ''La primavera romana de la Sra. Stone'', presenta un conjunto descafeinado e irregular, sólo apto para admiradores de esta imperecedera actriz, para el resto, será seguramente una considerable pérdida de tiempo. 


Se cuenta que, Warren Beatty (en su primera intervención importante cinematográfica) consiguió el papel haciendo un viaje relámpago a Roma para ver a Tennessee Williams (el dramaturgo pasaba largas temporadas en Italia), durante el trayecto leyó un manual de italiano y doró su piel con crema autobronceadora. Cuando llegó al hotel en Roma, le envió una misiva a Williams junto con un vaso de leche, que decía "Estoy a su disposición. Paolo" (en referencia al nombre de su personaje, un gigoló italiano). Williams, divertido con su ocurrencia, le concedió el papel instántaneamente.


Vivien Leigh, de apariencia frágil, expresivos ojos verdes y belleza casi infantil, intérprete auténtica donde las haya, tuvo una trágica existencia, marcada por sus problemas de salud, que le impidieron desarrollar una carrera más longeva tanto en el teatro como en el séptimo arte, falleciendo prematuramente con 53 años en 1967. Sin duda, fue una de las grandes del Hollywood dorado, no solamente por su talento descomunal, si no también, por su deslumbrante y cálida belleza. Precisamente, a ella le preocupaba mucho, ser valorada más por su agradable apariencia física que por sus innegables cualidades interpretativas.
Siempre será más recordada por el papel que la convirtió en una estrella Escarlata O'Hara, pero a título personal, su Blanche DuBois me parece su interpretación más lograda, estremecedora y compleja, de esos personajes que son todo un reto para cualquier actriz, no solamente por la dificultad de desempeñarlos y hacerlos creíbles, si no, por el riesgo de caer en la caricatura al representar a una mujer inestable emocionalmente, Vivien nunca cargó las tintas, dejó deslumbrados tanto a Tennessee Williams como a Marlon Brando, ambos llegaron a afirmar, que era la mejor Blanche. Se fusionó tanto con ella, que culpaba a este personaje de haberle afectado mentalmente.


Publicado originariamente en Clasicosis.com

 

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