lunes, 24 de marzo de 2014

''El sueño eterno'', apasionante noir de Bacall y Bogart



''El sueño eterno'' fue la segunda colaboración de los por entonces recién casados Humphrey Bogart y Lauren Bacall -se casaron en 1945, 18 meses después de enamorarse en el set de ''Tener y no tener'', su primera cinta juntos- se trata, bajo mi punto de vista, de su proyecto conjunto, más sórdido, complejo y sólido, de los 4 que protagonizaron como pareja principal.

Lauren Bacall había debutado con gran solvencia en 1944 en ''Tener y no tener'' cuando contaba con 19 años, gracias a ser descubierta por la mujer de Hawks en la portada de Harper's Bazaar y alertado por su esposa, contactó con la por entonces, modelo publicitaria para hacerle una prueba. El resultado fue muy positivo y la terminaron escogiendo para el papel femenino protagonista que le daría la réplica a Bogart en pantalla, el de Marie Browning. Bacall, relató que su romance con la mítica estrella no fue amor a primera vista, que se encontraron en el Estudio de Warner y él le confesó que había visto su prueba y se iban a divertir mucho, pero el amor surgió poco después. Lauren Bacall poseía una belleza muy personal, tenía estilo, elegancia innata y un talento arrollador. Su característico físico, su pérfida e intensa mirada y su voz grave, se acoplan como un guante al perfil que solía necesitar cualquier femme fatale memorable. Formaba junto a Bogart, una pareja cinematográfica formidable, ella era la mujer indomable y sumamente atractiva y él el tipo duro por excelencia, que termina rendido ante sus encantos.


''El sueño eterno'' hechiza, atrapa y apasiona, una de las mayores obras noirs que se han hecho en la Historia del Cine, con una atmósfera turbia y asfixiante. Muy madura, sobria, irónica, de estructura narrativa intrincada y por momentos, confusa, debido a que en la novela de Raymond Chandler en la que está basada, está plagada de personajes y multitud de nombres y hechos. Se eliminó del montaje final, una escena que esclarecía algunos hechos, esta maniobra contribuyó a maximizar la sensación de desconcierto del espectador, quedando ciertos cabos sueltos, mantuvieron por tanto, fielmente la confusión argumental tan propia de la novela de Chandler. La película fue pionera dentro del género negro, debido a la complicada manera de narrar sin desvelar los entresijos argumentales, de este modo, exige todavía más atención de la habitual para no perderse detalle. En el aspecto interpretativo, aunque todo el reparto está en estado de gracia, deslumbran sobremanera, la pareja principal, Lauren Bacall y Bogart, con actuaciones estupendas, muy medidas y convincentes.


La trama de la película no es lo primordial, es simplemente una excusa para reflexionar sobre algo más transcendental, lo más fascinante reside en la manera en que Hawks y su fantástico guión, analizan con virulencia las relaciones humanas y sus complejidades, se plantean interesantes preguntas en ocasiones sin respuesta, sobre la intrínseca naturaleza de cada ser humano. Una mirada mordaz y descreída sobre la condición humana en la línea del mejor cine noir, que actúa de espejo para mostrarnos los instintos más primitivos que albergamos en lo más hondo, reflejando así, una sociedad corrompida que podría ser la de cualquier país. De hecho, la crítica de su época, la tildó de ''inmoral y violenta''. Las relaciones humanas en la cinta se van entretejiendo a través de diálogos locuaces y veloces, hasta el punto de que, como el protagonista, desconfias hasta de tu propia sombra. El emocionante recorrido hasta la conclusión final, es más esencial que la resolución definitiva de la trama criminal, todos los elementos con los que cuenta esta mítica película, contribuyen a crear un visionado apasionante y adictivo para el espectador, que hace que sus casi dos horas de metraje se pasen volando, no hay lugar para el tedio en una producción tan estimulante -tanto intelectualmente como emocionalmente-. La clave es, que no importa el ''quien'' si no el ''porque'' de que alguien haya asesinado.

Los guionistas William Faulkner, Jules Furthman y Leigh Douglas Brackett, deberían seguir al pie de la letra la advertencia de Hawks de ser lo más fiel posible al material original para no desvirtuarla. Este trío de guionistas escribieron el primer borrador en ocho días y con ese material de partida, iniciaron el rodaje, que tuvo lugar casi todo en estudio. La complejidad y hondura de la historia -que contenía brillantes e impagables diálogos afilados y repletos de dobles sentidos y una estructura narrativa laberíntica-, les obligó a reescribir el libreto en varias ocasiones y añadir escenas adicionales que le dieran una mayor coherencia a la trama final. De hecho, 8 meses después de terminar el rodaje, Bogart y Bacall grabaron más escenas conjuntas, tal como deseaba el mentor de la actriz Jack Warner, buen conocedor del exitoso y excelente resultado de los jueguecitos de seducción, flirteo y réplicas brillantes, que hicieron de Bacall y Bogart una pareja legendaria cinematográfica, con una química genuina y desbordante, a pesar de los 25 años que los separaban.

Personalmente, creo que Bogart era el actor ideal para encarnar al tipo duro, en ocasiones, con un trasfondo amoral y turbio, pero nunca ha sido un intérprete que me haya entusiasmado, debido a su apariencia física hiératica y fría, no siempre conecto con él. Además, de que lo veo limitado y poco expresivo, interpretativamente hablando. Borda un tipo de papel muy concreto, pero sin embargo, no soy capaz de imaginarmelo en otros registros más diversos. Lo veo eficaz o más que solvente en algunas ocasiones, pero no brillante. Curiosamente, suelo mirarlo con otros ojos dependiendo de la actriz que comparta pantalla con él, al comprobar si funcionan como pareja o no. Diría, que su interpretación en ''El sueño eterno'' es de las más destacables que le he visto, junto a las de ''La reina de África'', ''Casablanca'' y ''En un lugar solitario''. Aunque hay algunos grandes títulos de su filmografía que tengo pendientes de ver y puede que mi valoración cambie más positivamente.

Los comienzos artísticos de Bogart y Bacall fueron muy dispares. Mientras que, Bacall se convirtió en actriz accidentalmente con una carrera que inicialmente estaba encaminada hacia el modelaje, gracias a que Jack Warner y Howard Hawks quedaron encandilados con ella y le sirvieron en bandeja su gran oportunidad cinematográfica ''Tener y no tener''. La entrada por la puerta grande de Bogart en el cine fue mucho más compleja, empezó haciendo papeles de poca relevancia durante los años 30 y como no le ofrecían gran cosa, regresó a los escenarios de Broadway por un tiempo. Desde el principio, se puso en tela de juicio sus verdaderas habilidades interpretativas -un crítico duramente llegó a afirmar sobre él, que ''era incapaz de actuar''- y su físico tampoco ayudaba, ya que no les encajaba en el prototipo de galán convencional. Su gran oportunidad llegó de la mano del actor Leslie Howard, que lo impuso como co-protagonista en ''El bosque petrificado'', advirtiendo al Estudio, que si no contrataba a Bogart, él no estaría en la película. La apuesta de Howard, por el casi debutante actor, dió buenos resultados y a partir de ahí, Bogie comenzó su carrera cinematográfica. En agradecimiento por el capote que le echó, Bogart llamaría a su hija pequeña con Bacall, Leslie.


Curiosidades


- En una determinada escena, en la cual Philip Marlowe (Bogart) entra en una librería para recabar información del caso que se le ha encomendado, aparece fugazmente, en una de sus primeras intervenciones cinematográficas, la estilosa y gran actriz Dorothy Malone (posteriormente, oscarizada como mejor actriz secundaria por su estupenda interpretación en ''Escrito sobre el viento'' del maestro Douglas Sirk).



- Tras el rodaje de ''Tener o no tener'', Hawks estaba obligado por contrato a rodar otra película con la Warner. En un primer momento, tenía en mente, cambiar hacia un registro totalmente diferente del noir, filmar una screwball comedy con Greta Garbo o Marlene Dietrich de un estilo similar al de Lubitsch, pero sus planes se fueron al traste, cuando les presentó el proyecto a estas dos divas y se negaron a protagonizarlo. Por tanto, Hawks no tuvo más remedio que renunciar a este proyecto y hacerse cargo de ''El sueño eterno''.


- ''El sueño eterno'' sería la última película que Hawks rodaría con Bacall y Bogart por las tensiones surgidas en el rodaje, debido a la mala época que estaba atravesando el actor, que estaba en trámites de divorcio de su mujer Mayo Methot, tras haberse enamorado de su partenaire durante la filmación de ''Tener y no tener''. Habitualmente, Bogart era muy profesional en los rodajes, pero esta turbulenta separación, afectó al buen ambiente en el set de ''El sueño eterno''.
El romance entre Lauren Bacall y Bogart fue todo un escándalo, no solamente por los años que los separaban, si no, especialmente, porque la llama del amor se encendió cuando la mítica estrella estaba todavía casado con su tercera esposa, la actriz Mayo Methot (que era una mujer endemoniada, incontrolable y alcohólica, Bogart incluso, llegó a temer por su vida, ya que su conyúge intentó dispararle con armas de fuego en algunas ocasiones). Bogart y Mayo, tenían una relación muy complicada, en los últimos años, los unían más los vicios -el alcohol- que el cariño que realmente se procesaban, las violentas discusiones entre los dos, eran constantes. Mayo tenía una dependencia insana por su marido, incluso le amenazó con el suicidio, de hecho, cuando le confesó la verdad sobre su relación con la joven actriz, fue ingresada en un hospital tras ingerir fuertes cantidades de alcohol. El trágico suceso llegó a oídos de Bogart y sintiendose culpable de esa situación, volvió al lado de su mujer oficial. Se comenta, que a manos de Mayo, llegó una revista que documentaba la ''love story'' de Bogart y Bacall y ella enfurecida, enseguida se repuso y apareció de improviso en el rodaje de ''El sueño eterno'' increpando duramente a Bacall, que rompió a llorar. La relación amorosa de Bacall y Bogart, en sus primeros meses fue tapada por la Warner (en la línea de lo que se solía hacer, para seguir manteniendo una imagen pública inmaculada y libre de escándalos de las estrellas más cotizadas de los Estudios, acorde a las exigencias morales de una conservadora América), los pobres protagonistas de esta inolvidable historia de amor, se tuvieron que conformar con encuentros clandestinos -dado el carácter adúltero de su unión- hasta que oficialmente (aunque desde hacía tiempo era ''vox populi'' que entre ellos, había algo más que una simple amistad) Bogart dejó de estar unido sentimentalmente a Mayo Methot, al conseguir el divorcio.


domingo, 16 de marzo de 2014

Audrey Hepburn, la dulzura hecha actriz (+ 9 películas claves) (II)

PRIMERA PARTE DE NUESTRO ESPECIAL SOBRE AUDREY HEPBURN, AQUÍ.


''Historia de una monja''
 (Fred Zinnemann, 1959)
   Por Josephb MacGregor


 

 En 1956, Audrey Hepburn se sentía encasillada en papeles que, aunque le valieron espléndidas interpretaciones así como nominaciones y premios, no aportaban demasiados matices ni demostraban hasta donde podía llegar como actriz. Se veía estancada como una suerte de joven heroína romántica ya fuera en películas de época (Guerra y Paz, Mayerling) o en amables comedias sentimentales (Sabrina, Ariane, Una cara con ángel). Por eso, cuando su agente Kurt Frings le envío la novela “Historia de una monja” de Kathryn Hulme, Audrey se mostró entusiasmada con la posibilidad de interpretar el papel protagonista de la adaptación cinematografica. Su entusiasmo venía motivado no sólo porque por fin podría encarnar una papel distinto en la pantalla, sino además porque se veía muy identificada con Gabrielle van der Mal (posteriormente Hermana Lucas): ambas eran belgas, habían perdido a parte de su familia por los estragos de la guerra (su tío fue fusilado y su hermano Ian fue capturado e internado en un campo de concetración, mientras que su otro hermano huyo y desapareció durante mucho tiempo): además Audrey también había colaborado como enfermera en un hospital. De igual modo, las dos habían experimentado la sensación de que su envoltorio exterior, aquella imagen que mostraban no se correspondían con la mujer real, con la Audrey auténtica y de verdad. Hepburn nunca se sintió comoda con esa imagen de glamour, elegancia y sofisticación con la que se la identificada, en su interior se sentía una mujer sencilla y humilde, nada superficial.

Historia de una monja” estaba basada en un personaje real, Marie Loise Habet. Kathryn Hulme, la autora de la novela, la conoció poco tiempo después de que ésta abandonará los hábitos y narró a la escritora, una mujer también con muchas inquietudes espirituales y sociales, sus diecisiete años como religiosa, que Hulme convirtió en un libro éxito de ventas en todo el mundo. Entre ambas mujeres surgió una profunda amistad ya que encontraron muchos puntos en común. Finalmente, las dos colaborarían de manera conjunta en grandes proyectos solidarios como el UNRRA (Programa de las Naciones Unidas para el Socorro y la Ayuda) o en un campo de refugiados que recibió a más de veinte mil marginados y enfermos, venidos de toda Europa, e incluso Hulme se convirtió al catolicismo. La propia Audrey Hepburn cuando se trasladó a Los Ángeles para conocerlas quedó muy impresionada con la experiencia y mantuvó a partir de entonces una estrecha y profunda amistad con ellas que, posiblemente, influiría en su vida de manera decisiva.

Con respecto a Audrey, por aquellos años su relación con el actor Mel Ferrer, sufría una profunda crisis por lo que la actriz inició una relación secreta con el guionista de la cinta, Bob Anderson, que tampoco pasaba un buen momento sentimental ya que su mujer había fallecido recientemente y sentía una profunda soledad y vacío interior. Anderson reflejó algunos recuerdos de dicha relación en su novela “After”. Su trabajo como guionista resultó de una gran escrupulosidad llegando a viajar a África junto al realizador de la cinta, Fred Zinnemanm y el director artistico Alexandre Trauner para reflejar los detalles de manera más fidedigna. De igual modo, intercambió correspondencia de manera continuada con Kate y Lou en la que les interrogaba sobre aspectos de la vida monastica (rituales, normas, usos y costumbres). Esto se traduce perfectamente en la película en el que el más mínimo detalle está cuidado hasta el punto de que en muchos momentos parece que estamos viendo un documental y no un film de ficción. En ese sentido, el guionista realizó una adaptación muy fiel al original, aunque es cierto que también este afán por cuidar el más mínimo detalle formaba parte de la manera de trabajar de Zinnemamm un director que siempre consiguió hacer unas películas técnicamente perfectas.

Este perfecccionismo queda bien patente cuando se conocen algunas anécdotas sobre los preparativos del rodaje:

- Se realizó un casting entre más de setecientas jovenes, de las cuales ciento nueve pasaron la prueba: eran capaces de andar de manera nada afectada y sus modales eran sobrios y austeros.
- Muchas de estas jovenes (Bailarinas, aristocratas o niñas pijas de la época) fueron instruidas por monjas auténticas sobre como debían moverse o comportase.

- Para las actrices de más renombre, Zinnemann organizó una serie de visitas a coventos de Roma y al hospital Salvador Mundi para que se familiarizaran con el trabajo de las monjas enfermeras. También durante el rodaje recibieron el asesoramiento de un sacerdote. Algunas de ellas, llegaron a residir durante un tiempo en conventos para conocer de primera mano los rituales monásticos. Además, preesenciaron varias operaciones quirúrgicas en el hospital del Congo y para muchas de ellas resultó una experiencia sumamemte desagradable.

- Durante el rodaje en el Congo, se utilizaron a lugareños como extras lo que aportó una enorme verosimilitud a la cinta.

De igual modo, Audrey se implicó de como nunca en todos los aspectos de la película por lo que mantuvo constantes conversaciones con todos los miembros más importantes de elenco artístico desde el director hasta el maquillador Alberto de Rossi, que tenía el importante reto de conseguir un maquillaje que mostrase a la actriz como si no llevara ninguno. Como ya señalé antes, también se entevistó con Lou y Kate para informarse como debía moverse o comportarse dentro de un convento, que rituales debía seguir, etc. Para la actriz, interpretar a la hermana Lucas resultó una experiencia tan enriquecedora como agotadora. El rodaje en el Congo resultó especialmente duro y agobiante para todos, pero en especial para ella. Incluso durante el rodaje en Roma, la actriz sufrió un cólico nefrítico que la mantuvo alejada del film durante varios días.

Audrey estaba interesada en que “Historia de una monja” no fuera la crónica de un fracaso sino la de una liberación, la de un triunfo personal de autoconocimiento, la de alguien que encuentra para qué y por qué está en este mundo y cuál debe ser su verdadera vocación y como llevarla a cabo de manera satisfactoria; así se lo hizo saber a Zinnemman y éste estuvo de acuerdo en hacer las modificaciones necesarias en el guión de manera que la peripecia de la hermana Lucas apareciera como la historia de una transformación y no de una derrota. Sin embargo, los criticos opinaron justo lo contrario. Desde mi punto de vista, creo que actualmente la película se entiende mucho mejor y que efectivamente esa es la sensación que uno experimenta cuando termina de ver el film, que la protagonista ha encontrado por fin el modo y manera de sentirse plenamente realizada como mujer.

Con respecto a su interpretación, considero que es una de sus mejores (si no la mejor) de su carrera ya que consigue algo muy dificil y que muy pocos consiguen: que nos creamos que realmente estamos viendo a una monja, con sus dudas y vacilaciones, con sus crisis y sus sacrificios, pero una monja de carne y hueso, real, que nunca cae en el estereotipo ni tampoco en el lugar común, tipo “Sor Citroen” o Ingrid Bergman en “Las campanas de Santa María”, sino que nos muestra a un ser humano. En otras palabras: cuando contemplamos a la hermana Lucas nunca percibimos a la actriz de “Desayuno con Diamantes”, “Charada” o “Sabrina”, tan encantadora como inalcanzable, tan pizpireta como irreal. Hepburn nos muestra lo que era capaz de conseguir. De hecho, si no hubiera hecho esta película es muy posible que hubiera quedado para todos los cinéfilos como una actriz “mona”, simpática, con glamour y no como la enorme y gran actriz que todos apreciamos.


''My fair lady''
(George Cukor, 1964)
 Por Javier Belda Puig



 Adaptación cinematográfica del musical de Broadway de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, que a su vez estaba basado en “ Pygmalion”de George Bernard Shaw. Se estrenó en Nueva York en 1956 con Rex Harrison y Julie Andrews en los principales papeles y en 1958 en Londres y desde el principio fue un éxito tremendo por lo que su paso al cine no era de extrañar pero una clausula decía que no se podría llevar a la gran pantalla hasta acabadas las representaciones que fue en 1962 y por esos derechos cinematográficos, Jack Warner pago cinco millones y medio de dólares. Y lo natural es que dado el éxito, Harrison y Andrews repitiesen sus papeles para el cine, pero Warner veía a Andrews como una desconocida y la solicito una prueba de pantalla a la que Julie se negó y el papel fue para Audrey, por si acaso en la recamara, por si no lo aceptaba, estaban Shirley Jones o Elizabeth Taylor. Para el del Profesor Higgins se pensó en Peter O´Toole, Rock Hudson o Cary Grant, este último dijo que no lo aceptaba porque su forma de hablar era más como la de Eliza que como la del profesor Higgins y que incluso no vería la película si Harrison no la protagonizaba, también se tanteó a James Cagney para hacer de Alfred P. Doolittle pero al final el actor que lo inmortalizó en las tablas, Stanley Holloway, lo hizo en la pantalla. Por último, la primera opción para dirigirla fue Vincente Minelli pero el dinero que pedía no se lo podían permitir y la dirección fue para George Cukor, uno de los grandes directores de comedia sofisticada y gran director de mujeres, Cukor y Cecil Beaton, el director artístico y de vestuario tendrían más de un encontronazo. Rex Harrison no estaba muy convencido con que Audrey fuese Eliza, pero luego años después diría de ella, que fue su mejor compañera en la pantalla e incluso ella fue la encargada de entregarle el Oscar como mejor actor. Audrey se llevó un disgusto, al saber que en las canciones iba a ser doblada, pero doblada o no, su interpretación brilla a una gran altura, incluso por internet circulan alguna de las canciones con su voz. “Como si siempre hubiese vivido entre flores”, es el comentario que inspira Eliza Doolittle en el baile de la embajada y nunca fue más acertado con la presencia de la frágil y esbelta figura de Audrey. Como una vez le oí a José Sacristán, que fue un excelente Henry Higgins en el teatro, parafraseando a su amigo José Luis Garci, hay películas que no hay que verlas sentado si no arrodillado en un reclinatorio, sin duda una de ellas es esta. Es quizá el musical perfecto, gran partitura, grandes interpretaciones, grandes decorados y gran vestuario. Una verdadera delicia para los sentidos. El film ganó 8 Oscars, incluyendo Mejor Película, Mejor Actor y Mejor Director. 



''Dos en la carretera''
 (Stanley Donen, 1967)
  Por Rubén Redondo


  Hablar y por tanto rebuscar en las ocultas esquinas de mi memoria sobre una película tan emblemática y fascinante como es Dos en la carretera es un ejercicio como mínimo arriesgado, pero igualmente reparador y estimulante. No descubro nada al afirmar que nos hallamos frente a uno de los monumentos al cine en su más pura concepción, alrededor del cual existen incontables artículos, reseñas y comentarios contra los que poco cabe añadir. Recuerdo que mi primer contacto con la película fue hace bastantes años. Por aquel entonces no tendría más de 15 o 16 años y para aquel imberbe adolescente la obra maestra que acababa de adquirir en VHS era una total desconocida. El motivo que me llevó a adquirir este artículo fue la veneración que empezaba a sentir hacia el director de la misma, el siempre fantástico y a veces olvidado Stanley Donen. Había visto ya varias cintas del americano que me habían hechizado, siempre con un inspirador talante cómico y musical. Me refiero a Un día en Nueva York, Siete novias para siete hermanos, Siempre hace buen tiempo y fundamentalmente dos cintas memorables y primordiales para la historia del cine: Cantando bajo la lluvia y Charada.
Por tanto cuando inserté el vídeo dentro del magnetófono que adornaba el salón de mi casa esperaba encontrarme con una película de narración clásica y un elevado componente de comicidad, tal como las grandes obras de Donen manifestaban en su espíritu. Como adivinan… al finalizar de visualizar esta obra cumbre del cine me llevé una más que estimulante sorpresa. Porque Dos en la carretera no era la comedia alegre y optimista que me esperaba. Al revés, en ella hallé una cinta alejada de los patrones clásicos de narración y por tanto conectada con las nuevas corrientes rompedoras del ambiente clásico como la Nouvelle Vague o el Free cinema británico. Así, la historia estaba narrada de un modo muy poco convencional a través de diversos saltos en el espacio y en el tiempo que demolían al carácter marcadamente lineal de los antecedentes del cine de Donen.
Igualmente la cinta era uno de las más acertadas y valientes reflexiones sobre la realidad, las esperanzas y los obstáculos que dan forma a la institución matrimonial o si queremos ser menos concretos, a la vida en pareja. De este modo, Donen describió con un afilado lápiz el trayecto que discurre desde el encendido de la chispa de la pasión que da lugar al enamoramiento súbito, para pasar después a la unión y convivencia matrimonial que acaba convirtiéndose por el cansino efecto del lento y tedioso paso del tiempo y la monotonía en una conflictiva convivencia en la que la rutina y las cargas y obligaciones laborales que implican la separación forzosa del matrimonio por pequeños lapsos de tiempo terminan socavando la felicidad inicial para transformarla en tristeza y aburrimiento, hechos estos que el ser humano trata de vencer buscando de nuevo esos mapas que esconden las chispas generadoras de la pasión en otros brazos novedosos y aventureros.
Pese a que buena parte de las escenas contengan un cierto regusto amargo, Donen dotó a su cinta de un reparador sentido del humor que convierte a Dos en la carretera en una agradable y romántica tragicomedia que gira alrededor de los conflictos imperantes en un matrimonio. La cinta se beneficia de la química existente entre la pareja protagonista: un joven y atractivo Albert Finney y la siempre angelical Audrey Hepburn que en este film alcanzó, junto con su performance en Historia de una monja, la mejor interpretación de su exitosa y larga carrera. Igualmente destacable es el virtuosismo de Stanley Donen como narrador de historias, de modo que a pesar de que la columna vertebral de la trama se teja entorno a distintos flash back que rompen la linealidad temporal de la sinopsis, la película no se ve perjudicada narrativamente por esta libertalidad narrativa, sino que al revés, las pequeñas subtramas fluyen como el torrente de un río siempre hacia adelante sin detenerse en una pequeña cascada o piedra inserta en su camino. En este rumbo se nota el sentido del ritmo de Donen, totalmente influenciado por el musical, ya que si bien habíamos comentado que el estilo del film se asemeja con los nuevos movimientos vanguardistas de los sesenta, esto es, con la Nouvelle Vague y fundamentalmente con el Free Cinema (precisamente la película tiene como protagonista a la gran estrella de la corriente británica por aquel entonces como era Albert Finney), podríamos calificar a Dos en la carretera como una película musical sin presencia de canciones ni números musicales, pero dotada de unas escenas que presentan una coreografía emparentada claramente con el viejo musical de la Metro Goldwyn Mayer.
De este modo la película emana ese cosmos vitalista y alegre que Donen otorgaba a sus criaturas, siempre acompañado de un cierto componente nostálgico y melancólico, logrando conformar de esta manera un cocktail sugerente e hipnótico. Y es que como en toda buena película de Donen, el optimismo y la esperanza en un futuro mejor acaba triunfando cobre los sinsabores, el vacío y las tribulaciones inherentes a la existencia vital. Es por eso que para el que escribe, Dos en la carretera es el reverso ilusionante y resplandeciente de la que quizás sea la otra gran película versada entorno a la institución matrimonial, que no es otra que Secretos de un matrimonio del director sueco Ingmar Bergman.
Quizás el componente esencial y más importante que posee Dos en la carretera, el cual la ha convertido en una película atemporal y única en la historia del cine, sea el juego temporal llevado a cabo por Donen. Como si de un virtuoso maestro del tiempo se tratase, el cineasta americano juega con el pasado y el presente casi sin que esto sea percibido por el espectador. Únicamente seremos conscientes de este hecho por los cambios de maquillaje y vestuario que se distinguen en el personaje de Audrey Hepburn. La inicial mirada ilusionada y enamorada de Hepburn tornará en desencanto y amargura conforme la monotonía y las decepciones observadas por su personaje conquisten el espíritu del mismo.
Más allá de este recurso estético, el paso del tiempo será un ente invisible a ojos del espectador porque la película rompe con los diversos campos temporales para centrar la atención únicamente en el presente, a pesar de la narración en tiempo pretérito que implica la utilización del flash back. El pasado no existe. Tampoco el incierto futuro. Es el carpe diem en su estado más puro el único habitáculo temporal que interesa a Donen, sin entenderlo en un sentido lineal, sino por el contrario en un sentido curvilíneo repleto de vectores aparentemente deslavazados que se conectan entre sí gracias al paso imperceptible de las manijas del reloj, siendo el presente el intervalo temporal que provoca nuestros cambios de estado, desde la felicidad a la tristeza, de la juventud a la madurez para retornar de nuevo desde la tristeza a la esperanza. Este círculo temporal sin estadios de tiempo es magistralmente trazado por Donen, siendo Dos en la carretera una de las pocas películas en la historia del cine capaz de reflexionar acerca de la importancia del presente en nuestras vidas.
Poco se puede añadir que no se haya comentado sobre el argumento de la cinta. Resumiendo, Dos en la carretera es un viaje en el tiempo y por carretera en la vida de un matrimonio. Él un joven y ambicioso arquitecto y ella una alocada y liberal jovencita alérgica a las ataduras de la vida moderna. La película se estructura en una serie de flash back en los que conoceremos el discurrir de las vidas de los personajes (Mark y Joanna) desde la esperanza hacia el tedio a través de los viajes emprendidos por el matrimonio por el interior y la costa francesa. Así el espíritu rebelde inicial de la pareja se irá aburguesando a medida que Mark asciende laboralmente y Joanna se acomoda a una vida hogareña alejada de los ruidos y problemas de las obligaciones laborales. En los distintos viajes emprendidos por la pareja, todos ellos con la carretera y un coche (prestado o propio) como protagonistas, veremos tambalear la estabilidad conyugal a medida que el éxito profesional y la rutina vencen a la incertidumbre y anhelos de juventud. De este modo la cinta recorre hábilmente los diferentes tramos que componen la vida en pareja, incluyendo infidelidades, amistades perdidas, el nacimiento del primer hijo y las diversas traiciones y reencuentros propios de la convivencia y el discurrir del tiempo.
Sin duda, Dos en la carretera es una película muy especial no apta para todos los públicos debido a su compleja estructura narrativa, que ciertamente, puede resultar cansina para aquellos espectadores no acostumbrados a visualizar películas sin un estrato temporal lineal. Para aquellos a los que les guste el cine con sustancia, reflexivo y con un toque de pícara filosofía, a la vez que divertido, fresco e innovador, Dos en la carretera supondrá un hito dentro de sus preferencias cinéfilas. Y es que esa película que el genio del musical dirigiera a finales de los sesenta, es una de esas piezas que tardan en salir de la memoria del espectador. Suban al auto diseñado por Donen y deléitense gracias al brío y dinamismo de una obra de arte capaz de transgredir los límites del tiempo.


 

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