lunes, 19 de mayo de 2014

Audrey Hepburn, la dulzura hecha actriz (+ 9 películas claves) (III)

Terminamos con nuestro especial sobre Audrey Hepburn. Ésta es nuestra última entrega. Esperamos que la disfruteis. Para leer la primera parte, aquí y la segunda, aquí.




''Vacaciones en Roma'' (William Wyler, 1953)




Mucho antes de que Paolo Sorrentino nos hiciera viajar a la Roma más mundana de la mano de Jep Gambardella, otro director decidió que Roma era la ciudad perfecta para que su protagonista huyera, precisamente, de la mundaneidad y el vacío que dominaban su vida: era William Wyler, y en Vacaciones en Roma nos regalaba una de esas películas (no italianas) en las que es imposible no enamorarse de la capital italiana. Tan difícil como también lo era no rendirse ante la belleza de Audrey Hepburn. 

La princesa Anna quiere conocer la vida más allás del protocolo y el ambiente cortesano, y de ese impulso, de esa necesidad, se construye una película sobre las ansias de una vida diferente, de libertad, que se nos presenta como una comedia, avanza hacia la comedia romántica, y desemboca en ese final que, sin salirse de ella, logra que más de uno note un nudo en la garganta. Tres fragmentos que tienen tres protagonistas: Audrey Hepburn, Gregory Peck y Roma. La Ciudad Eterna es algo más que un escenario: por sus calles, la picardía de Joe Bradley se va transformando en algo mucho más profundo, e imposible; por sus plazas y monumentos, la cándida princesa Anna recibe unas dósis de madurez. 

Mientras Peck, que aceptó el papel que había rechazado Cary Grant, era ya un actor de carrera consolidada, para Audrey Hepburn este sería su primer papel protagonista. Hecho que provocó que la productora tratara de anteponer el nombre de Peck al de la actriz en los créditos inicials, algo a lo que se negó el actor. Con muy buen criterio, Peck creía que Hepburn estaba "a punto de ser una estrella". Y así fue: lograba el oscar a la Mejor Actriz Protagonista y se situaba como una de las actrices con más proyección de ese Hollywood que, en aquel 1953, era aún dorado.  

Hepburn logró conjugar las ansias casi infantiles de su personaje al principio de la película, con el componente cómico que se requerían para ciertos pasajes, según se va deshaciendo de ese porte de niña mimada inicial y, finalmente, con la madurez y serenidad que debe asumir hacia el final de la cinta. Todo ello en esa ambivalencia tan propia de ella en la que la inocencia que transmite recubre un caracter firme. 

Así, con Vacaciones en Roma la actriz se convirtió en estrella. Luego se convirtiría en mito, pero esa es otra historia.




''Ariane'' (Billy Wilder, 1957)


 
Amores fugaces, fingidos y verdaderos.

Excelente comedia romántica de Billy Wilder, cineasta clave para entender la comedia clásica y moderna estadounidense con obras tan populares como: Con faldas y a lo loco o La tentación vive arriba entre otras.
 En esta ocasión adapta a la pantalla junto a I.A.L. Diamond la novela de Claude Anet(seudónimo del tenista y escritor Jean Schopfer ) Ariane, jeune fille russe publicada en 1920 y que previamente fue llevada al cine en 1931 por el director alemán Paul Czinner con el título de Ariane y con guión de Carl Mayer.

Se nos cuenta la historia de Claude Chavasse (Maurice Chevalier) un detective que desarrolla su profesión en París,y que se ha especializado en resolver asuntos relacionados con infidelidades y deslices amorosos. Su hija Ariane (Audrey Hepburn) es una encantadora joven que toca el violonchelo y cuya curiosidad la lleva a inmiscuirse en uno de los casos de su padre, llevándole esto a conocer a Frank Flannagan (Gary Cooper) un rico playboy estadounidense con el que tendrá una aventura muy especial Pese a considerarse como una obra menor dentro de la sobresaliente filmografía de Wilder y haber sido maltratada por la crítica, es, sin embargo una película que contiene no pocos elementos de interés y que lleva por supuesto el sello de su autor: diálogos ingeniosos y chispeantes así como escenas construidas con gran ingenio y un amplio derroche de imaginación. Es una comedia más sentimental y lúdica que no contiene aún ese tono ácido y satírico presente en comedias posteriores como El apartamento (1960) o Un, dos tres (1961). La película se resiente debido a la excesiva edulcoración de algunas escenas, a un uso en ocasiones demasiado efectista de la música (que hace que en ocasiones la fluidez de la narración se relantize) y a una duración algo excesiva.



Dicho esto los actores están estupendos, Audrey Hepburn con su deslumbraste y sofisticada belleza ofrece una notable actuación, usando esa naturalidad y esa espontaneidad tan suyas que la han hecho merecedora de convertirse en una de las actrices más “cool” de todos los tiempos, no en vano era su segunda colaboración con Wilder tras la estupenda Sabrina (1954) por otra Gary Cooper está perfecto en su papel de galán otoñal y demuestra una vez más su gran capacidad para la comedia, no en vano ya intervino en dos películas escritas por Billy Wilder (La octava mujer de barba azul (1938) dirigida por su maestro Ernst Lubistch y Bola de fuego (1941) de Howard Hawks y finalmente con la presencia de un simpático y sagaz Maurice Chevalier.
La puesta en escena refinada y elegante debe mucho a Ernst Lubistch, con un estupendo trabajo en la fotografía de William C. Mellor y una música realmente evocadora de Franz Waxman. Película muy estimable, a redescubrir, eclipsada por la fama de sus comedias más conocidas citadas ya anteriormente. Contiene algunas secuencias magníficas y la elegancia y el encanto del buen cine clásico… creo que no se puede pedir más a una película.


''Sola en la oscuridad'' (Terry Young, 1967) 
           Por Immaculada Pilar Colom.





Como espectadores, una de las cosas que más tensión nos suele provocar es ver aquello que el protagonista, por las razones que sean, no puede. Sobre todo en el caso de thrillers, cuando sus protagonistas son ciegos, esa sensación casi claustrofóbica se hace acuciante. Lo que el personaje siente, y nosotros vemos, va cerrando la atmósfera de este tipo de películas de tal manera que, en muchas ocasiones, nos sentimos igualmente atrapados.

Entre el suspense y el terror, en 1967 Terence Young dirigió a Audrey Hepburn, Alan Arkin, Richard Crenna, al recientemente fallecido Efrem Zimbalist Jr., Jack Weston y Samantha Jones en esta adaptación de la obra de teatro de Frederick Knott, Sola en la Oscuridad. En la cinta, una invidente (Hepburn) era aterrorizada y perseguida por unos criminales en busca de un alijo de droga que había sido escondido en su apartamento, de forma accidental, por el marido de la protagonista.

Durante 108 minutos vivimos la persecución a la que se somete al personaje de Hepburn, y la película nos va envolviendo en esa sensación de soledad permanente y desvalida que persigue a la invidente, acrecentada por la fotografía, que potencia los claroscuros y las sombras, y por una efectiva banda sonora, firmada por Henry Mancini. 



Mel Ferrer, que por aquellos entonces estaba casado con Hepburn, produjo la película, de la que Audrey era protagonista absoluta. Ese halo de fragilidad que siempre le rodeó es aquí aún más patente. La actriz construyó su personaje de manera convincente, utilizando recursos que van más allá de una mirada perdida, como el sutil encogimiento con el que reaccionaba ante un grito o un sonido brusco. Así, sin exageración, la actriz logrará que el espectador se sienta tan atrapado como ella por esa doble prisión con la que juega el film: el apartamento de la protagonista y su propia ceguera. En cierta manera, mientras más cercada se encuentra la pobre Susy, más brillante es, si cabe, la interpretación de Hepburn.

La película dista de ser redonda, sin embargo tanto la actriz como la ambientación logran que pasemos por alto aquello que parece no funcionar tan bien como debiera. La cinta recibió una nominación al Oscar, en la categoría de Mejor Actriz, y significó un punto y aparte en la carrera de Hepburn, ya que no volvió a ponerse frente a las cámaras hasta diez años más tarde, cuando protagonizó Robin y Marian


''Robin y Marian'' (Richard Lester, 1976)
 Por Juan Murillo Bodas.




 Estupenda película de un director, Richard Lester que filma la mejor obra de toda su carrera. Se trata de una revisión de la popular figura de Robin Hood en tono melancólico y crepuscular. Es una película de una gran sobriedad y belleza sustentada por un estupendo reparto encabezado por dos excelentes actores: Sean Connery que da vida a un Robin Hood maduro y maltratado por los años y su aventura en las cruzadas que, al igual que Ulises vuelve a su particular Ítaca tras haber estado ausente muchos años; por otro lado está la deslumbrante figura de Audrey Hepburn que nos brinda una de las grandes interpretaciones de su carrera, su encarnación de Lady Marian es conmovedora, Hepburn entiende a la perfección la riqueza de matices de su personaje y se convierte en esa dama desencantada e inconformista, frágil y dulce, fuerte y testadura que al ver como su amor se aleja para siempre decide entregarse al servicio de Dios, será además uno de sus últimos papeles importantes para el cine. 

Además, la película cuenta con unos secundarios de excepción: Richard Harris como un Ricardo Corazón de León cruel, salvaje y despótico y Robert Shaw, excelente en su papel de Sheriff de Notthingham. La ambientación está espléndidamente conseguida. El rodaje en exteriores dota de verosimilitud al relato, transportándonos a ese mítico bosque de Sherwood. La fotografía de David Watkin es magnífica combinando las suaves panorámicas con virtuosos planos cenitales mención aparte la brillante partitura de John Barry, una de las más logradas de su gran carrera que ambienta perfectamente la historia, bien es verdad que Lester abusa en ocasiones de la música para enfatizar el tono crepuscular del relato o para subrayar la emotividad de los paisajes o el riesgo de las escaramuzas… 

El guión de James Goldman está construido con una estructura in crescendo, bien es cierto que hay pasajes en los que la minuciosidad o la trivialidad relantizan el desarrollo de la historia, que por cierto está cargada de emotividad y nostálgia, aunque también hay un cuestionamiento de los valores tradicionales: la lealtad hacia la corona, la inutilidad de la guerra, y por ende todo lo que significará para los protagonistas: la perdida de la felicidad… la posibilidad de recuperar el tiempo perdido no es factible, ni siquiera para los héroes de la literatura folclórica épica. Muy recomendable película repleta de aventuras, pasión, reflexión sobre el paso del tiempo y cuya historia de amor es de aquellas que no se olvidan. Es también una película sobre el honor, la lealtad, la amistad y el amor verdadero. Perfecta película de aventuras para disfrutar una y otra vez.


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